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​EL MUNDO SE HA DATIFICADO, ¿QUIÉN LO DESDATIFICARÁ?

Big_dataEn la película Minority Report (2002, Steven Spielberg), Tom Cruise interpreta a un jefe de policía PreCrimen en Washington D.C. Este departamento especial detiene a los criminales antes de que lleguen a cometer el acto, basándose en tecnologías predictivas infalibles. El film se adscribe al género de la ciencia ficción y toma lugar en el año 2054. La línea que separa realidad y ficción es a veces extremadamente difusa, como bien sabía Phillip K. Dick, autor del libro en el que se basa la película. Su obra, ha demostrado tener, en ocasiones, una lucidez sorprendente. En esta ocasión, el maestro de la distopía volvió a hacer gala de su mente visionaria, y es que cuando escribió «El informe de la minoría» allá por 1956, supo ver antes que nadie que ese 2054, quizá, no estaba tan lejos como parecía. A fecha de hoy, son muchas las entidades y organizaciones que hacen uso de métodos predictivos para determinar pautas de comportamiento, o están estudiando cómo hacerlo. Es el fenómeno del Big Data.

¿Qué es el Big Data?

La panacea universal, el nuevo petróleo…son muchos los nombres que ha recibido la, por muchos llamada como «profesión del futuro». Aquí repasábamos brevemente qué era el Big Data. La era digital genera cada vez más datos, la ciberesfera se inunda a cada segundo de millones de bits potencialmente “reutilizables”, (se habla de que hay más información almacenada en Google que en todos los libros de la historia), el Big Data vendría a ser la figura que, en la sombra, recopila, selecciona, analiza y finalmente, encuentra utilidad a esos datos.

Los usuarios vamos dejando una huella digital elaborada a golpe de click y tecla; el Big Data es quién se encarga de rastrearla minuciosamente, para que otros la puedan redirigir allí dónde les interese. Estas capacidades son cada vez más valoradas en las empresas, que pagan sumas cuantiosas por este tipo de informaciones. 600 de las multinacionales más importantes del mundo ya hacen uso del Big Data. Corporaciones como Google, Spotify, Microsoft, Netflix, Amazon o Facebook hacen ya buen uso del manejo masivo de datos, habiendo mejorado sus resultados en un 26%, (beneficio que se duplicará en los próximos años): lanzan publicidad segmentada en base a intereses, proponen recomendaciones personalizadas… ¿es esto casual? En absoluto. El Big Data permite a las empresas establecer correlaciones y predeterminar conductas, en resumen, son capaces de anticipar los movimientos de sus clientes y preverlos. El sector bancario y de la telefonía (incluso el sanitario o el judicial) han demostrado gran interés por esta disciplina y parecen decididos a incorporarla a sus filas. No es para menos: ¿qué se puede obtener cruzando todo la información de bancos, operadoras, historiales médicos, buscadores…? Efectivamente.

Pero, ¿lo saben los ciudadanos?

El poder del Big Data es incalculable. La fiebre por la lectura cruzada de datos masivos ha provocado cierta preocupación social entre los ciudadanos, que ven peligrar su intimidad. En Estados Unidos, la segunda cadena de alimentación más grande del país, Target, fue capaz de predecir quién de entre sus consumidoras, estaba embarazada, antes incluso de que lo supieran sus propios familiares. Un padre furioso acudió a exigir respuestas, pues se trataba de su hija adolescente. Target pidió disculpas, pero el padre furioso también hubo de hacerlo: el Big Data había acertado.

Otro caso mediático fue el vivido por Michele Catalano y su marido. Buscaban en Google las palabras “mochilas” y “ollas a presión”, lo que activó las alarmas de la policía, que se encontraba en alerta máxima tras los atentados de Boston. Al poco tiempo una unidad anti-terrorista ya estaba llamando a su puerta. Pero hay más ejemplos de Big Data al servicio del ente gubernamental. También en Estados Unidos, las juntas de libertad condicional deciden la excarcelación de los presos en base a análisis de datos masivos prediciendo posibles reincidencias según barrio, etnia, antecedentes, hábitos… Algunos teóricos han querido tranquilizar a la sociedad, argumentando que la principal defensa del individuo frente a estos ataques a la privacidad estriba en el anonimato que proporciona el que haya muchos más individuos; en otras palabras, el enorme volumen de datos aglutinados convierte a estos usuarios en parte de la “masa”, que les protege y respalda. Sin embargo, la NSA y su programa PRISM de vigilancia revelado por Edward Snowden, se amparaban bajo la misma justificación para defender la seguridad nacional estadounidense, y en su nombre, vulneraron la privacidad de miles de personas de manera ilícita, lo que ha despertado en el imaginario colectivo los viejos temores al Gran Hermano orwelliano.

La estadística demuestra que cada vez más y más usuarios utilizarán sus dispositivos móviles, que compartirán mayores volúmenes de contenido. A menudo ignoran que esto aumenta su exposición, que aceptar las cookies de esta o aquella página, puede tener más implicaciones de las que imaginan. La solución la tenemos nosotros: somos quiénes decidimos qué se comparte y de qué manera. La efectividad tecnológica puede resultar fascinante, pero es preciso evitar la tendencia dominante que ésta puede llegar a ejercer sobre nosotros. Todos conocemos el mito de Ícaro y su trágico final.

Tal vez convenga recordar las palabras escritas por Viktor Mayer-Schonberger y Kenneth Cukie en su libro Big Data “una vez se ha datificado el mundo, los usos potenciales de la información no tienen más límite que el ingenio personal”. Pero igualmente convendría recordar las de Ovidio, que por su condición de mito, transmite de manera inigualable dónde podrían hallarse dichos límites:

«Dédalo agita sus alas y fija sus ojos en las alas de su hijo, sosteniendo la marcha con uniforme velocidad. La novedad del viaje les produce indecible satisfacción, y descartando todo peligro, el audaz Ícaro traspasa las órdenes prescritas y se arriesga a temerario vuelo…[…]Dédalo maldice sus artes que originaron la tragedia y aún lo está llamando a su hijo cuando distingue las plumas sobre las olas del mar, en las aguas que habrían de llevar su nombre.»

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